Como bien sabéis nunca desprecio una buena polémica (bueno, tampoco las insulsas) ni dejo pasar un charco sin pisar; ahora no puedo menos que reflexionar en voz alta sobre la evolución del 8-M, el progreso evidente de la sociedad en el sentido correcto y algunas actitudes farisaicas acompañadas de poses para la foto. y para atraer vuestra atención en esta sexta línea y evitar que saltéis a otro artículo, os cuento una escena impactante sin necesidad de remontarnos a aquel incendio con las 120 mujeres fallecidas defendiendo sus derechos: una sala de reuniones en la planta noble de un edificio de oficinas de, digamos, Barcelona, con una reunión masiva de la Dirección de una empresa multinacional, digamos Sale el Sol Inc, para tratar un tema de esos de Recursos Humanos en los que todos tienen opinión, saben lo que hay que hacer pero nos dejan solos cuando hay que bajar a las trincheras por si les salpica. Ya había habido alguna tensa reunión previa de modo que todo el mundo asumió con naturalidad que una Directora, digamos que del departamento de Cuentas y Colores, espetó textualmente “¡C., me tienes hasta los c…! Podéis iros todos a [permitidme que obvie las tres palabras que faltan pero os doy una pista: la última es el sitio por donde amargan los pepinos] ! “. La época era distinta – hace más de veinte años – y no era habitual ver mujeres en esas responsabilidades,; yo venía de otro entorno en que esas cosas eran impensables porque el ambiente era mucho menos competitivo … y porque no había mujeres en esos niveles.
Da igual cómo acabó la discusión o si hubo réplica. Recuerdo a esa mujer, brillante en su área y que ha hecho una buena carrera profesional después, defendiendo con ardor su postura en un entorno masculino con actitudes de macho hoy afortunadamente superadas. Y le rindo pleitesía porque gracias a esas actitudes individuales valientes muchos hemos comprendido que la igualdad es un concepto evolutivo que se gana en pequeñas batallas diarias, batallas en las que las decisiones que tomamos los que tenemos alguna responsabilidad tienen un impacto superlativo. Cada vez que promocionamos a alguien sin mirar el apartado “Sexo” de su DNI (¿de verdad hace falta que eso figure?), cada vez que obviamos la posibilidad de un embarazo como un factor a tener en cuenta, cada vez que pagamos a un candidato por su valía real con independencia de si tiene que conciliar más o menos, cada vez que discriminamos en positivo para conseguir esas virtudes bien descritas por la inteligencia emocional, cada vez que rellenamos una encuesta sin masajear los datos para no tener que dar explicaciones, cada vez que hacemos esas cosas o una infinidad de otras en la misma dirección estamos contribuyendo a crear un mundo más justo e igual. Falta mucho, y no debemos conformarnos con ver avances, con las cuotas en los Consejos, con disminuir la brecha salarial; no se trata tanto de competir como de constatar lo que esas mujeres están aportando y pueden aportar todavía.
Y asimismo no puedo menos que criticar el postureo de esos hombres que se hacen fotos molonas el 8-M o se ponen un fondo de pantalla reivindicativo y solidario que cambian a los dos días, los mismos que tardan en volver a sus comportamientos digamos que poco consecuentes, por ser generosos.
El 8-M se ha instalado en nuestras conciencias como un día de reivindicación; hagamos que cada día del año sea 8-M sin necesidad de recordar que no estamos todavía ahí. El objetivo es claro y la predisposición existe; es el momento de que todos, todos, seamos generosos en el esfuerzo y en la cesión de privilegios mal entendidos porque el premio es enorme. Romper el techo de cristal no es el premio, sino contribuir a que todas y cada una tengan las condiciones para atravesar ese vidrio hasta que nos demos cuenta de que esa metáfora ha quedado superada; ya está bien que el techo permanezca para que nos acordemos del punto al que no hay que volver en cuanto bajemos la guardia. No digo que sea fácil ni inmediato, pero debemos seguir empujando para atravesar ese vidrio.
Y mientras tanto aplaudiremos esos actos de rebeldía que nos acerquen al objetivo. La joven directora lo consiguió hace décadas, y he visto a muchas otras haciendo lo propio; démosle carta de naturaleza sin necesidad de que vayan acompañadas de comportamientos altisonantes porque esa es la nueva normalidad que necesitamos.