En las organizaciones, las palabras son más que herramientas de comunicación; son portadoras de significado, identidad y propósito. Sin embargo, términos como «filosofía de empresa» o «estrategia» están perdiendo su verdadero significado y convirtiéndose en simples etiquetas.
La última época del año, solía ser el momento en que los equipos directivos dedicaban buena parte de sus esfuerzos a definir los planes para el año siguiente. A este proceso, le hemos acabado llamando, de forma general, “el proceso del plan estratégico”.
Hoy este proceso de revisión solemos llevarlo a cabo cada 1, 3 ó 6 meses. Eso no significa que revisemos nuestra estrategia, sino únicamente los planes de actuación.
En un reciente artículo de Dr Graham Kenny titulado “Keep Strategy Simple”, publicado en HBR, me llamaron la atención 3 ideas:
- Tener una estrategia simple
- Separar la estrategia de los planes
- La importancia de utilizar el vocabulario adecuado en el proceso
El concepto de estrategia describe una idea a largo plazo para alcanzar un objetivo complejo, y suele referirse a nuestro propósito y al posicionamiento de nuestra empresa en el entorno. Por tanto, debería implicar una reflexión profunda sobre hacia dónde vamos y porqué. Decía Steve Jobs “Una estrategia clara y simple no es menos poderosa; al contrario, es mucho más difícil de construir porque exige depurar lo superfluo y llegar a lo esencial. Cuanto más simple, más fácil será implementarla y transmitirla.” Si todo es ‘estratégico’ entonces nada lo es. A menudo escuchamos “nosotros revisamos la estrategia cada mes”. Es posible (sano y sostenible, también) que el equipo directivo se sienta a reflexionar sobre sus planes, las acciones de la competencia o sobre cómo las áreas o unidades de negocio se coordinan o complementan para conseguir sus objetivos. Y este proceso se lleva a cabo cada vez con más frecuencia. Pero esto no es la revisión de la estrategia. Se analizan y cambian los planes de acción y sus consecuencias. Los planes son el puente entre la estrategia y la acción concreta. Sin embargo, a menudo se convierte en una lista interminable de tareas.
Algo parecido ocurre con la llamada “filosofía de empresa”. Escuchamos: «nuestra filosofía es poner al cliente en el centro»; nuestra filosofía es “ser ágiles e informales”.
La palabra “filosofía” tiene sus raíces en el griego antiguo: “philo” (amor) y “Sophia” (sabiduría). Es mucho más que un eslogan atractivo; se relaciona con unos valores fundamentales y la razón de ser, o la vinculación con la ética y con el propósito de la organización o de la persona.
Quizás nos podría ayudar recuperar algo del significado auténtico de los conceptos Filosofía y estrategia.
No todo tiene que ser complejo y complicado:
Dijo Einstein: “si no se lo puedes explicar a un niño de 6 años, es que tú mismo no lo entiendes”