Elogio de Trasímaco
Hay días en que tiendo a pensar que la democracia está sobrevalorada pero luego, yo solito, me doy cuenta de que es un pensamiento derrotista, de que no puedo proponer una alternativa menos mala, y entonces me tomo una cerveza y se me pasa. Pero luego veo en los telediarios monotemáticos a esos irresponsables con comportamientos incívicos, con ellos y con todos los demás, que sufriremos y pagaremos a escote, y se me vuelve a hinchar la vena; y entonces, claro, me tomo otra cerveza y ya llego a un estado cuasi apopléjico cuando pienso que su voto vale tanto como el mío o, según de dónde sean, más que el mío.
No estoy inaugurando una línea de pensamiento novedosa. Aparece, por ejemplo en “La República” de Platón. Y probablemente habréis leído al sofista Trasímaco y su afirmación bastante discutible de que la justicia es lo que conviene al más fuerte. Y probablemente habréis visto esa excelente serie americana, House of Cards, donde un malvado (¿o no?) Frank Underwood – interpretado de forma magistral por Kevin Spacey – nos da un máster sobre los entresijos del poder, la ética, la estética y la forma de convertir lo que conviene en cada momento en lo más importante para los electores, el factor clave para diferenciar democracia y Estado. No voy a diseccionar siglos de filosofía y me voy a centrar en alguna de sus consecuencias para el mundo real, para nuestro entorno, irremediablemente marcado por el impacto del virus a la vez que esperanzado por el avance incontenible de las vacunas.
Y no, tampoco voy a hacer sangre con esas decisiones político-económicas del Gobierno de turno porque hay para todos (por ejemplo, si a estas alturas te han puesto la primera dosis de AstraZéneca y no sabes qué te pondrás como segunda, y eso depende de tu autonomía española o del país de Europa en el que residas, y que finalmente tengas que firmar un documento con tu decisión, me parece chabacano por poner un adjetivo ligero), ni con las prácticas ciudadanas toleradas o no por sus gobernantes (hace dos semanas había más de 8.000 personas en un campo de futbol en la fase de ascenso a 2ªB y 2.000 personas en pabellones cerrados…pero solo pudieron correr 300 participantes en una marcha cicloturista de más de 100 km).
No, me voy a centrar en algo más cercano a ti, y que te va a afectar en tu empresa dentro de cuatro días, justo los que tardemos en alcanzar la inmunidad de rebaño, que los expertos cifran en el 70%. Según parece, y con el impacto de las vacunas recibidas y la buena organización (aplauso!), vamos a velocidad de crucero y alcanzaremos esa cifra en verano. ¡Coj…! ¡Fantástico! Retomaremos todas las actividades que nos han sido vetadas, y recuperaremos el tiempo perdido, menos algunos que ya han empezado, volveremos a viajar, celebraremos la Nochebuena del año pasado, y un largo etcétera. Para todos menos para ti, que tienes una empresa, que no tienes vacunados ni a la mitad de la plantilla y que los vas a ver interaccionando con el resto de empleados, ya vacunados y mucho más relajados en sus costumbres porque ya nos sentiremos inmunes y todopoderosos. Veremos cómo son las normas de uso de mascarillas, distancia social, retorno a la oficina, etc pero te auguro unos meses complicados.
Y más, y aquí hago el nexo con el inicio del artículo, cuando te enfrentes al problema de qué hacer con ese grupo de empleados que decidan no vacunarse. Recordemos que vacunarse es una opción, libre, y que habrá algunos que hagan uso de esa libertad para no vacunarse, bien sea porque pertenezcan al colectivo negacionista, bien porque sufran tripanofobia, bien porque se incluyan en los que les gusta nadar a contracorriente; el resultado es el mismo y la patata caliente la tienes tú: ¿qué hacemos con ellos?
Lo primero que se te vendrá a la cabeza es despedirlos; está claro, están poniendo en riesgo a otros compañeros, incluso a la sociedad, y tú tienes la obligación de proteger a todos, no en vano cumples estrictamente las normas de Seguridad y Salud. No soy un experto en el tema, pero casi te anticipo que no debes ni siquiera intentarlo porque vas a perderlo.
Lo segundo que se te ocurrirá es juntarlos a todos en un mini-ghetto de forma que tengas tu plantilla separada entre los protegidos y los obstruccionistas. No sé cómo lo harás pero a bote pronto también te anticipo problemas porque alguno puede sentir vulnerados sus derechos.
Lo tercero es que no vas a contratar nunca a nadie que no esté vacunado. Quizás puedas hacerlo: todos tendremos un carnet de vacunación la mar de mono en que nos dicen que estamos vacunados. Ten en cuenta que también puedes tener problemas por discriminación, amén de la facilidad con que pueden falsificarse estos certificados. ¿No te lo crees? ¿Cuántos viajes se han hecho en el último año con certificados falsos? Además, esto no te evita el problema con los empleados actuales que se niegan.
Entonces ¿no puedes hacer nada? A título individual lo veo complicado; es el momento de pedir a papá-Estado que gobierne y que no deje a la libertad individual vacunarse o no. Sé que puede sonar fascistoide y que abre una caja de Pandora, pero gobernar es tomar riesgos y decidir aun sabiendo que no harás felices a todos; personalmente estoy un poco harto de que los gobernantes intenten ganar cada año el concurso de popularidad de las fiestas del pueblo. Y quiero recordaros que estamos todos vacunados de un montón de enfermedades y no nos dieron opción de elegir, ni a nuestros padres; hoy llevamos a los niños, a todos creo, obedientemente al pediatra y los vacunan religiosamente y sin rechistar nadie porque es lo correcto y lo que los protege. Entonces, ¿por qué no hacemos lo mismo con la vacuna COVID? ¿De verdad alguien cree que nos inoculan el chip de Gates para supercontrolarnos? Supongo que estos son los mismos que les parece bien que salga publicidad de lo que han estado consultando justo en las páginas web que visitan ahora.
Y aquí puedes argumentar que, ya puestos, deberían hacer obligatorias otras vacunas, como la anual de la gripe. Hombre, pues puede ser, pero por ponerlo en perspectiva no olvidemos que los efectos de la pandemia son bastante escalofriantes, tanto en decesos como para la economía.
¿Qué hacemos? ¿Fomentamos la vacunación de esos recalcitrantes con hamburguesas, bebidas, loterías, etc al estilo USA? Pues no parece que sea efectivo porque el ritmo allí ha descendido; parece claro que si el individuo tiene la opción habrá un grupo grande, minoritario pero grande, que no se vacunará y tú seguirás teniendo el mismo problema en tu empresa, y verás enfrentamientos entre los colectivos por si llevar mascarilla, por la distancia, por el uso de comedores y autobuses, etc. No olvidemos que identificar con una pulsera a los que estamos vacunados, además de recordar a las estrellas amarillas que ponían en otros tiempos, puede generar un rechazo y confrontación con la minoría, y nunca se puede vaticinar cómo acaban esas lides; recordemos, a título de mero ejemplo, que hace poco vimos a un señor con un sombrero de bisonte asaltando el Congreso de Estados Unidos.
Seguro que Frank Underwood urdiría una trama para que se vacunen, tramposa probablemente y bordeando la ley, pero apuesto a que lo conseguiría. No puedo dejar de citar a Stanley Bing, quién en su libro “¿Qué haría Maquiavelo?” puede dar unas claves para resolver el entuerto. Y sí, la idea de Trasímaco con que empezaba el artículo supone una deriva peligrosa pero ¿acaso no nos pone a todos en riesgo la negativa de unos pocos a seguir el criterio unánimemente aceptado? Gobiernen, señores, gobiernen.