Este verano tuve la suerte de visitar de nuevo el museo del Prado. Reconozco que siempre he tenido una fascinación indescriptible por el cuadro “El jardín de las delicias”, de Hieronymus Bosch, EL BOSCO. Aunque me apasiona el arte en general, y la pintura en particular, no tengo extensos conocimientos artísticos. Pero debo asegurar que podría pasarme horas enteras mirando este cuadro. Refleja una diversidad y una riqueza inabarcable.
Por mucho que lo he observado muchísimas veces, siempre que acudo a él, encuentro aspectos nuevos, figuras que me habían pasado desapercibidas, situaciones nuevas, y me quedo totalmente encandilado frente a la riqueza de colores, matices, ideas, técnicas, y situaciones que tengo delante.
No puedo dejar de ver similitudes entre mi admirada pintura y la realidad que estamos viviendo.
Lo que tenemos delante es todo nuevo. Profundamente nuevo. Tenemos ante nosotros una realidad tan rica, diversa, imprevisible, caótica y viva, llena de energía, como la que se me aparece al observar el cuadro del Bosco. El cuadro fue pintado a finales del S. XV. Os imagináis la sorpresa?
Hasta ahora hemos hablado mucho de los cambios que han afrontado los directivos en estos dos últimos años. Creo que, en general, hablamos de aspectos bastante operativos: cambios en sus hábitos de trabajo, lidiar con nuevos modelos de organización, negociaciones con proveedores y clientes, adopción rápida de decisiones sobre el negocio o la organización, etc.
Sin embargo, en estos últimos 18 meses, hemos vivido de manera consecutiva, una pandemia, una crisis energética, con un impacto general en costes y estructuras, y un colapso de la cadena de Supply Chain. Ahí es nada! Los tres, con carácter global: afectando a todo el mundo y en todo el mundo!
Creo que la profesión de dirigir, se ha situado delante de una imagen que tiene muchas similitudes con el cuadro del Bosco.
Las nuevas prioridades de la alta dirección tienen que ver con el Propósito, y su vinculación con las personas; con la Sostenibilidad de sus negocios y el impacto de las empresas en la sociedad y el mundo; el aprovechamiento de las tecnologías que nacen y evolucionan a una velocidad vertiginosa; en poner a la persona en el centro, desde un punto de vista holístico, para alcanzar el sentido de la organización; en idear nuevos modelos de negocio y, por tanto, nuevas formas de organizarnos; adaptarnos a una velocidad transformativa que no permite ya hablar de cambio, en el sentido en el que lo hemos estudiado y gestionado, sino hablar de transformación continuada, que nos da una visión más exacta de la fluidez del movimiento.
En definitiva, la realidad en la que debemos ejercer esta profesión directiva se ha transformado por completo, por lo que la profesión deberemos re-aprenderla, para seguir aportando valor.
Sin embargo, la alta dirección, no debe rehuir su máxima responsabilidad: tomar decisiones, definir la estrategia, liderar la organización con claridad. No podemos esperar a que “todo se ponga en su sitio”.
Y observar esta nueva realidad me produce sensaciones muy parecidas a la observación del cuadro del Bosco: lo admiro, lo disfruto, me apasiona… me da un cierto vértigo.