Entiendo a esos que despiden al funesto y simpar 2020 con un sonoro #kldn acompañado de corte de mangas o peineta, a elección del consumidor. Entiendo a los que proponen centrarse sin más demora en el 2021, en la vacuna, en la recuperación del consumo, en la minimización de daños en el empleo, etc. Entiendo menos a los que usan cualquier dato relacionado con el COVID para justificar lo que sea, en política o en el campo que queráis, que hay ejemplos para todo. Y no comparto en absoluto a los que directamente proponen borrarlo porque no hay nada salvable; y no estoy de acuerdo porque ha habido una infinidad de cosas que merecen ser recordadas, aunque sea para no repetirlas, pero muchas de ellas en positivo; ¿Cómo definirías el esfuerzo de generar una vacuna en tiempo record?¿Y el esfuerzo que ha hecho la Sanidad, así en conjunto y en mayúscula?
Definitivamente es el momento de mirar atrás, aplaudir y aprender. Sería presuntuoso por mi parte dedicar este artículo a esos cambios macro que en la sociedad y en el mundo en general se están produciendo, cambios que están muy bien descritos en infinidad de medios; prefiero centrarme en el nivel micro, más cercano a todos nosotros, y para que nadie me robe protagonismo voy a resumir ese 2020 en diez imágenes que yo he vivido y aparecen nítidas en mi memoria, y una difusa, de esas que llamábamos veladas cuando revelábamos e imprimíamos fotos con negativos. No pretendo buscar consenso; es más, acepto de entrada que las tuyas son tan buenas como estas si no mejores, pero son las mías:
- La mascarilla. Más allá de las dudas interesadas del Gobierno a principios de 2020, la hemos interiorizado, es un complemento más, antes nos dejamos el móvil que la mascarilla, y parece que va a quedarse porque nos hemos dado cuenta (¡¡¡ ohhhh maravilla !!!) de que protege de las infecciones respiratorias. Yo, como muchos otros, miraba con censura al oriental que llevaba mascarilla por los aeropuertos – “míralo, algo tendrá, ¿por qué no se queda en su casa?” – cuando demostraba ser más listo que todos los demás juntos.
- El confinamiento en un espacio pequeño nos ha puesto a prueba, tanto individualmente como en pareja, y creo que en general hemos sido disciplinados y salido con éxito. Por eso me cabrea tanto ver lo que estamos haciendo ahora comportándonos como adolescentes sin vigilancia parental delante de una barra libre. Y me quedo con los cientos de vueltas a mi pequeño jardín para lograr los 8.000 pasos diarios que mi reloj me recuerda que tengo que hacer.
- El uso de Zoom, Teams, etc para mantener no solo el contacto sino como una forma de estar arropados, de sentirnos protegidos por nuestros amigos y nuestra familia. De hecho, cuando nos han abierto la puerta de toriles el tráfico en esas redes ha disminuido mucho. Sin embargo, ha supuesto un salto cualitativo en tecnología para muchos de nosotros y es una imagen potente que conservar.
- La videoconferencia laboral en zapatillas y vaqueros, después de arreglar el fondo no sea cosa que me aparezca un Merlos. Sí, es el teletrabajo, que ha venido para quedarse, con más o menos matices, y que va a cambiar nuestro modelo de relación profesional con sus pros y sus contras. Adiós a las charlas de café y fútbol, y al chafardeo, hola a la flexibilidad bien entendida (por favor, sin dogmas) y a un modelo laboral basado en la confianza mutua.
- La falta de Nochebuena. Yo, que soy familiar por naturaleza, he echado de menos esa celebración pero he asumido que la mejor manera de protegernos todos es posponer la celebración hasta que tengamos la situación sanitaria bajo control, sea dentro de 4, 6 u 8 meses. Y no puedo menos que no comulgar con los que han bordeado las normas por el lado de afuera, y que han priorizado el mantenimiento de una tradición familiar sobre el sentido común; me gustaría saber como se lo explican a esos abuelos a quienes esas irresponsabilidades han metido en la UCI, si tienen la posibilidad de explicárselo.
- El abrazo virtual. Yo soy de los de tocar, abrazar, besar, empujar, achuchar, bromear, incordiar, y no soporto encontrarme con amigos y expresar la alegría que siento con un pestañeo, como si fuésemos nórdicos hieráticos. Además, con la mascarilla no se aprecia fielmente la sonrisa. Me está costando mucho acostumbrarme pero, cual Escarlata, a Dios pongo por testigo de que me desquitaré.
- La séptima foto es un collage que aúna la frustración por todas las cosas que no hemos podido hacer, sean vacaciones o jugar una liga de futbol amateur o hacer unas prácticas en una empresa o un Erasmus o … Verdaderamente ha sido un año para practicar la resiliencia y la tolerancia a la frustración; no deja de ser curioso que los más afectados sean los jóvenes, justo los que tienen más vida por delante, a los que les hemos oído frases como “nos han robado un año” mientras algunos de ellos se lanzan de cabeza a fiestas que no pueden esperar unos meses. Es verdad que nunca te bañas en el mismo río; es una lástima que para muchos de ellos el sentido común sea un flujo laminar no acumulativo.
- Elijo como ejemplo de solidaridad la de ese joven que le traía la compra a mi vecino, mayor él. Ha habido millones de actos solidarios, muchos de ellos anónimos y espontáneos, que no buscan el aplauso hipócrita. ¿No es eso un síntoma de una sociedad solidaria preocupada por los demás, valores que presuponíamos en los millenials y generación Z y que verdaderamente están ahí? Buenas noticias.
- Una persiana bajada. Para esta foto puedo encontrar muchos modelos porque uno de cada cuatro negocios no levantará la persiana nunca. Según la estadística o el medio que elijas podrás leer que el número es mayor o menor, pero la realidad es que son muchísimos, demasiados. Cada uno de ellos tiene una historia de esfuerzo y dolor detrás, y la tristeza del fracaso. No debe asumirse que los que están abiertos hayan superado la crisis, ni mucho menos: el agua llega al cuello. 2020 se salda con tres cuartos de millón nuevos parados, y otros tantos en ERTE. No quiero ver más persianas cerradas: cada compra que hacemos en los comercios próximos (y no en los Amazon de turno) ayuda, a ver si los gobernantes también lo entienden así.
- Los clientes tienen dificultades, y cancelan o posponen proyectos. Es natural que lo hagan así en tiempos de incertidumbre porque quizás tengan otras prioridades (¿sobrevivir?). En todo caso, trasladan esa incertidumbre al siguiente eslabón de la cadena, la consultoría en mi caso. No tengáis miedo: molestadnos, seguís teniendo proyectos, es el momento de prepararos para el futuro y ganar una ventaja competitiva, no os demoréis.
Y hay una imagen poderosa que afortunadamente no puedo expresar en primera persona: la foto del dolor ajeno, el de esos miles de familias que han sufrido pérdidas, que han peregrinado durante eternidades por hospitales o que todavía arrastran secuelas. Con independencia de las cifras que el Gobierno reconozca, la realidad es que aproximadamente y hasta la fecha a nivel nacional ha desaparecido el equivalente a una ciudad como Vilanova i la Geltrú o Cornellá, un drama. Para ellos esta foto velada, con un abrazo grande y sentido.
No quiero hacer pronósticos para 2021. Espero que – por el bien de todos – algunas de esas fotos no se repitan, una expectativa infundada que los primeros días del año están demostrando ilusa. Sin embargo, hay otras que se van a quedar, van a perdurar y van a contribuir a crear una sociedad mejor. Solo falta que salgamos de este marasmo (la vacuna será un paso) y que hagamos lo posible por recuperar la vida previa rápidamente, consumiendo, comprando, yendo a eso tan español como la tertulia o el almuerzo en los bares con los amigos, pequeños pasos con los que todos contribuiremos a la recuperación. Y vale de pesimismo y de profecías catastrofistas: no olvidéis que este tipo de profecías nos condicionan y acaban autocumpliéndose, por lo que es mejor no enunciarlas siquiera. Aunque el 2021 haya comenzado con Filomena y el asalto al Capitolio no echaremos de menos al difunto 2020 porque vamos a hacer entre todos un año no solo mejor, que no es difícil, sino glorioso. Lo vais a ver.