Lo reconozco: aunque no sea muy “trendy”, a mí me gusta visitar museos. No todos ni muy a menudo. Pero suelen poseer la magia de situarte en una dimensión distinta a la habitual: a menudo te aportan una perspectiva temporal, otras veces política, estética, disruptiva, cultural…
Recientemente, tuve la suerte de revisitar el Louvre. Como tengo poca paciencia, me pareció excesiva la cola para ver el famosísimo cuadro de Leonardo Da Vinci, y eso me permitió quedarme un buen rato delante del “Escriba Sentado”. Es una de las estatuas más representativas de la escultura del Imperio Antiguo de Egipto, y una de las más famosas y bien conservadas de toda la civilización egipcia. Fue esculpida sobre 2.500 años antes de Cristo. Como quien dice, hace cuatro días…
Se realizó en una época en que Egipto se encontraba en la cima de su gloria
Se cree que representa a un alto funcionario de la administración.
El artista lo representó mientras escribía en posición sentado, con las piernas cruzadas y encima de ellas reposa un papiro desplegado, mientras está a punto de realizar su labor como escriba.
Admirando la obra, estaba pensando que, después de unos 4.500 años (!!!!!!) posiblemente hoy sería la primera ocasión en la que, si tuviéramos que realizar una escultura con alguien escribiendo (sea funcionario o no…) la haríamos distinta: sin papel (o papiro) y sin lápiz (o cálamo) en su mano. Incluso, sin estar sentado. La realizaríamos en cualquier postura, con un aparato pequeño en la mano y la cabeza agachada sobre el mismo, o con un teclado y enfrente de una pantalla.
O sea que sí. Que hay cambios profundísimos en lo que estamos viviendo.
Y esto me lleva a pensar que frente a estos cambios, quizás debamos ejercitar un poco más tres de las cualidades más valoradas en l@s alt@s ejecutiv@s.
La primera es la humildad para reconocer que necesitamos ayuda. Ayuda para entender mejor la realidad en la que nos movemos. Ayuda para analizarla con más acierto, y para tomar mejores decisiones. Soporte para encontrar a los mejores acompañantes para nuestro camino.
La segunda es la planificación. Creo que el cambio es tan profundo, y tan obvia la necesidad de prepararnos, que necesitamos planificar esta ayuda. Hoy, más que nunca, las personas que ocupan posiciones de alta dirección necesitan formarse. Necesitan aprender de sus colegas, necesitan espacios para la reflexión profunda con sus equipos directivos. ¿Cuándo fue la última vez que te encerraste con tu equipo 2 días a reflexionar sobre el presente y el futuro de tu negocio, de tu área o de la Organización? ¿En qué año asististe a un programa para desarrollar tus funciones ejecutivas o funcionales? ¿Qué esperas que te aporte tu equipo, si no salen de su caparazón?
Estamos llegando al fin de enero. Dentro de tus planes personales es necesario incluir la reflexión sobre qué necesitas aprender, reflexionar, comprender… solo y con tu equipo ejecutivo.
Debemos darle a este elemento tanta importancia, como para planificarlo. O lo vamos a seguir improvisando durante el año?
La tercera cualidad, competencia, o como queramos llamarla es la amabilidad. Porque sí. Porque es gratuita, porque no cuesta nada, porque nos hace a todos la vida mejor, porque aporta más luz y mayor bienestar a los que nos rodean y porque no hay ninguna razón para no incorporarla en nuestro día a día.
Y si no nos sale… podemos entrenarla.